¿Puede sostenerse el turismo nacional sin incentivos?


¿Qué margen tiene el sector privado frente al retroceso de la demanda y la caída del consumo? ¿Es posible atravesar el invierno sin un plan oficial de respaldo? 
La temporada de invierno 2025 enfrenta una crisis generalizada. Con una ocupación hotelera por debajo de los niveles históricos, gasto acotado y ausencia de medidas oficiales de apoyo, los principales destinos turísticos del país atraviesan un escenario crítico.

La situación se replica de norte a sur. En Jujuy, Salta y Catamarca, la ocupación no supera el 50%. En Mendoza y Puerto Madryn, las cifras son similares. Bariloche ya califica la temporada como “perdida” y en Mar del Plata, el nivel de actividad está por debajo incluso de los inviernos pandémicos. Las estadías son más breves, el consumo se reduce y la incertidumbre crece ante la ausencia de respuestas concretas.

Son varios los factores que explican el retroceso. Por un lado, la recesión económica y la pérdida de poder adquisitivo limitan la capacidad de gasto de los hogares. Por otro, el tipo de cambio favorece el turismo emisivo y desalienta el receptivo. A esto se suma la eliminación de programas de incentivo como PreViaje y la discontinuidad de iniciativas como “Argentina Emerge”. El silencio oficial completa el cuadro: no hay estadísticas, estimaciones ni medidas que marquen un rumbo.

La Patagonia, además, sufre la falta de nieve y una conectividad aérea restringida. Algunos destinos registran ocupaciones del 30 al 45%, junto con un consumo deprimido. En Las Leñas, las condiciones climáticas forzaron cierres parciales. La única excepción parcial es la Ciudad de Buenos Aires, que reconoció una baja del 19% en el turismo internacional y lanzó promociones para impulsar las escapadas urbanas.

Ante este panorama, el sector privado busca alternativas. Cámaras empresariales y referentes de la industria reclaman alivios fiscales, líneas de financiamiento accesibles y campañas de promoción efectivas. También insisten en la necesidad de un IVA diferencial para los servicios turísticos, medida que está en análisis pero aún sin definición.

A diferencia de inviernos anteriores, esta temporada transcurre sin red de contención. Con costos en alza, condiciones climáticas adversas y una demanda en descenso, el entramado turístico nacional se enfrenta a uno de sus desafíos más complejos. El impacto ya se siente en las economías regionales y, si no hay un cambio de rumbo, el segundo semestre podría confirmar un año recesivo para uno de los sectores más transversales del país.