La luna apenas roza con su luz plateada la espesura del caldenal, proyectando sombras alargadas y misteriosas sobre el bosque pampeano. La noche, densa y expectante, es interrumpida por un bramido que irrumpe en la penumbra con una fuerza telúrica.
Un eco primitivo que resuena en el aire como un vestigio de tiempos remotos. La naturaleza habla en su lenguaje más puro: ha comenzado la brama en la Reserva Natural Parque Luro.
A pocos km de Santa Rosa, la Reserva Provincial Parque Luro protege uno de los pocos bosques de caldén del país, el árbol emblema de las llanuras pampeanas.
Los ciervos colorados emergen de la oscuridad con la imponencia de criaturas que rigen su dominio sin concesiones. Sus cuerpos robustos se delinean bajo la tenue claridad estelar, y con cada rugido desafían a sus rivales. La disputa por la supremacía se expresa en la danza feroz de sus cornamentas entrechocando, un tamborileo que reverbera en la maleza y estremece la noche.
La caminata hacia el avistadero es una travesía sensorial. Guiados por expertos, los visitantes se deslizan entre pastizales dorados y senderos marcados por el paso de la fauna silvestre.
Los ciervos colorados son una especie introducida desde Europa que forma parte del acervo cultural de La Pampa.
En este santuario de miles de hectáreas, los caldenes se yerguen como ancianos centinelas, testigos de innumerables enfrentamientos que han definido la continuidad de la especie. Cada paso resuena en el suelo polvoriento, donde el aire espeso y denso trae consigo el aroma penetrante de los ciervos en celo. Es un olor que no se olvida, un llamado a lo más primitivo del ser humano.
El avistadero, rústico y discreto con su estructura de troncos y techo de paja, se convierte en un mirador privilegiado de este drama natural. Desde sus aberturas estratégicamente dispuestas, los ojos humanos se convierten en testigos silenciosos de una escena eterna.
Se puede visitar todo el año. Durante marzo y abril los ciervos en brama brindan un espectáculo único. Ingreso arancelado.
Las hembras, reunidas en harenes, confían su protección a un líder que debe demostrar su fortaleza una y otra vez. Los machos, marcados por la fatiga del combate y la urgencia del instinto, vigilan con determinación su territorio. No hay lugar para distracciones ni clemencia en este espectáculo de la naturaleza.
La historia del Parque está teñida de aristocracia y tradición cinegética, pero el presente lo encuentra transformado en un santuario donde la naturaleza dicta sus propias reglas.
Aún resuenan en los pasillos del viejo castillo blanco, de techos verdes y convertido en museo, los ecos de un pasado de opulencia. Sin embargo, la verdadera riqueza del parque no yace en sus muros, sino en su esencia viva: el bosque vibrante, los ciervos majestuosos, las aves que surcan los cielos y la vasta inmensidad de la llanura pampeana.
Antaño fue un exclusivo coto de caza conocido como San Huberto, es hoy un refugio para la vida silvestre y un emblema de la conservación.
Cuando el amanecer despide los últimos rastros de la noche, los primeros rayos de sol incendian la vegetación con un resplandor dorado. Los ciervos, exhaustos pero imperturbables, se retiran para dar tregua a la batalla hasta que la naturaleza vuelva a llamarlos al combate. La brama es solo un episodio más en el ciclo eterno de la vida.
Para quienes han presenciado este espectáculo, la experiencia queda impresa en la memoria como un vínculo indeleble con lo salvaje. Un recordatorio de que, lejos del ruido del mundo moderno, la naturaleza sigue su curso con una majestuosidad indomable, en el corazón vibrante de La Pampa.
------------------------------------------------------------------------
Por otro lado, es importante saber que en el pueblo de Ataliva Roca (a 10 km) hay hospedajes, campings y cabañas, y una completa oferta de alojamiento y gastronomía en Santa Rosa, a 35 km.
Más info para planificar viajes al Parque Luro: Turismo.LaPampa