Cuentan que el verde de la chacra y la cercanía con la confluencia de los ríos Neuquén y Limay fueron determinantes al proyectar su incorporación a la oferta provincial de enoturismo para que la puedan ir a visitarla y conocer lo que hacen.
Hace tan solo siete años, Carlos Mabellini y Lorena Nicolás Creide iniciaron su proyecto en común cuando comenzaron a implantar con vides las 5 hectáreas que poseen en el barrio Confluencia, a cientos de metros del río. “Ya nos pasa que la gente que ingresa a la chacra no puede creer que está rodeada de vides en medio de la urbe. Estamos en la Confluencia, a pasitos de estos dos ríos”, explica Lorena.
Recientemente, técnicos de la subsecretaría de Turismo provincial visitaron la bodega. A partir de su habilitación como prestador turístico, la provincia y la ciudad incorporarán un nuevo aliado a la oferta turística para la actual temporada estival. La novedad agrega valor, calidad y diversidad a la gran variedad de productos y actividades turísticas que se ofrecen en la región Confluencia.
La bodega tiene capacidad para elaborar 150.000 litros anuales, cuenta con tecnología de alta calidad y algunos de los vinos son estacionados en fudres (cubas) y barricas de roble francés.
La superficie de Neuquén se suma a las 20 hectáreas que la familia posee en Mainqué, Río Negro. Entre ambos establecimientos obtienen el total de la uva que necesitan para elaborar sus vinos: Malbec, Pinot Noir, Merlot, Chardonnay y Cabernet Franc. Los comercializan en vinotecas, restaurantes y hoteles de la región. También distribuyen a demanda de manera personalizada.
“El Alto Valle es el histórico hacedor de vinos del país, en particular a principios del siglo pasado. Eso fue decayendo, pero la bodega nos permite poner en valor algo que se puede lograr bien, un producto de excelencia y calidad para el consumidor”, afirma Lorena. A esto se suma su próximo objetivo: transformarse en una alternativa de agroturismo, relacionada a la vitivinicultura, y a minutos del aeropuerto internacional de Neuquén.