Emprendedores: impacto económico y el sueño de una familia que transformó un pueblo en un destino turístico


Villa Meliquina, en Neuquén, es un claro ejemplo de cómo el turismo puede transformar la realidad. En los últimos años, esta pequeña localidad de la Patagonia pasó de ser un punto más en el mapa a destacarse por su crecimiento consciente. Porque en estos últimos 30 años no sólo duplicó su población, sino que también apostó por un desarrollo que va de la mano del cuidado ambiental y la preservación de un estilo de vida que abraza la naturaleza.

La historia de este pueblo dio un giro allá a fines de los años ‘70 cuando comenzaron a lotear las tierras, que hasta ese momento eran desérticas. Como parte de esta nueva realidad Meliquina pasó a integrar un grupo de sitios que recibieron fondos para su reforestación. Pero esto fue solo un inicio para una zona que hoy es un prometedor destino turístico.

El otro gran hito en la trama de este lugar, que se ubica a casi 40 kilómetros de San Martín de los Andes, se dio a fines de los 90, cuando comenzó a plantar la semilla del turismo. Pero para hablar de esta etapa, es necesario recurrir al relato de sus primeros pobladores y emprendedores que se lanzaron a la aventura de lo desconocido.

El desafío de emprender, plantar la primera semilla.

Así llegamos a los Cassoli, una familia que decidió apostar por un paraje casi deshabitado y terminó sembrando oportunidades para muchos más. A la par está la fuerza de un sector de la economía que, aunque a veces resulta intangible y sólo se expresa en la felicidad de quienes viajan, en el detrás de escena tiene la capacidad de generar empleo, arraigo y futuro donde parecía no haber nada.

Fue recién después del 2000 que la escuela, que hasta ese momento se improvisaba en una estancia, pasó a tener su primer edificio propio en el centro del pueblo. El impulso turístico también trajo su oficina de informes, la posta sanitaria y una plaza, a la que denominaron, no por nada, del Encuentro.

     

El turismo, un motor con impacto global


No es casualidad que historias como la de Meliquina se multipliquen alrededor del mundo. Los emprendedores son la base de la actividad turística aunque muchas veces su impacto es invisibilizado, así como su esfuerzo y ganas de progresar.

Según datos del Banco Mundial, el sector Viajes y Turismo tiene una notable resiliencia. Hacia 2019 expresa su mayor crecimiento, pero la locomotora se estrella en 2020 contra el muro de la pandemia. Recién en 2024 los números se vuelven a acercar a su mejor versión.

De acuerdo con el índice de Desarrollo y el impacto Socioeconómico, Argentina alcanzó 4.1 sobre 7 según la última medición del organismo internacional, mientras que sobre el índice de servicios e infraestructura marcó 3.1, lo que demuestra que resta mucho por hacer. Los datos además evidencian que tras el cimbronazo la tendencia es de recuperación.

La mejoría también se refleja en las cifras más recientes de ONU Turismo: entre enero y junio de 2025 casi 690 millones de turistas viajaron por el mundo, 33 millones más que en el mismo periodo de 2024. Un impulso que se traduce en divisas, empleo y nuevas oportunidades, incluso en los lugares más alejados.

Un pueblo nacido del sueño de los pioneros

La historia de los Cassoli comienza en 1996, cuando Lidia y Gastón llegan a Villa Meliquina. El contexto no era alentador: no había servicios básicos y todo parecía cuesta arriba. Entonces, el agua se acarreaba en baldes desde un arroyo y la calefacción era únicamente a leña.

A base de ese desarrollo es que el pueblo fue creciendo y mi familia también. Mis papás tuvieron la primera panadería del pueblo. Se llamaba Los Pioneros. Mi papá iba a vender a los miradores de los Siete Lagos y mamá se quedaba en casa encargándose de la producción de los panes, del dulce de leche y otros productos que vendían ahí”, relata Franco, el mayor de los dos hijos que tuvo la pareja.


Gastrón y Lidia, unas de las caras visibles que tranformaron el pueblo.


De una panadería al motor turístico de la villa

Si bien el primer gran paso fue abrir la panadería, no fue un negocio planeado. Respondió a la necesidad de ganarse el mango. “Mi viejo le ponía la correa de la Ford a una amasadora y así hacían el pan. Luego esa misma correa volvía a la camioneta para irse a vender a los miradores”, cuenta Franco, con bastante orgullo de sus papás.

Ese fue el comienzo de la cadena de valor turística que hoy no solo sostiene a la familia, sino que impacta en su entorno. Con el tiempo, cada ganancia se reinvirtió hasta llegar a la hostería familiar. Un antes y un después. Ya no ofrecían solo pan o alojamiento, sino que también empezaron a brindar experiencias, actividades como trekking, cocina regional y recibir al viajero como parte de la familia.

La hostería familiar fue unos de los hitos que marcó la historia de los Cassoli


¿Qué hacen los turistas cuando los visitan?

- Viven la experiencia de lo que es el lugar, andar en kayak, excursiones de pesca que nosotros mismos guiamos. Llevamos a la gente, le mostramos a un chico que vive en un departamento en Buenos Aires -que no conoce lo que es una trucha- y le transmitimos esa vivencia de que saque un pez del agua, lo mire y lo devuelva dejándolo con vida. Y bueno, básicamente la gente busca eso.

Cuando el dato cobra rostro

Hoy Meliquina cuenta con unos 350 habitantes y 85 emprendimientos vinculados al turismo. Más del 80 % de la población depende de esta actividad. Aunque todavía no hay cifras oficiales de cuántos turistas llegan cada año, el Ministerio de Turismo de Neuquén pronto comenzará a medirlo.

Además, como parte del Plan Provincial de Regionalización, el gobierno incluyó al pueblo en la agenda de obras públicas y viene trabajando a través de distintas áreas en el desarrollo de planes e instrumentos que mejoren la infraestructura.

Algunas casas, varios Paradores y pequeños complejos de cabañas forman su infraestructura actual a orillas de este lago cordillerano


Todas las actividades implementadas por los Casolli son una muestra más de la amplitud del alcance que puede tener el turismo porque involucra transporte, alojamiento, gastronomía, entretenimiento, comercio, cultura y servicios.

En un país, el aporte directo del turismo al Producto Bruto Interno, PBI incluye los ingresos generados, pero a su vez hay que tener en cuenta que la actividad tiene efecto indirecto e inducido: al comprar insumos y contratar servicios se dinamizan otros sectores. Esto amplifica el impacto sobre el PBI más allá del “gasto turístico” inicial.

Un análisis de la evolución de la participación del turismo en el PBI de países con clara vocación turística muestra una proyección en ascenso. Tanto en las microeconomías, donde es más palpable, como a escala global, el turismo tiene un impacto positivo y su potencial es enorme. 

En 1996, la Organización Mundial del Turismo - hoy ONU Turismo- registró el movimiento de 1000 millones de turistas internacionales en todo el planeta. Apenas 23 años más tarde, en 2019, la cifra trepó a los 2400 millones. Según las estimaciones a futuro del Foro Económico Mundial la contribución de este sector al PIB mundial alcanzará los 16 billones de dólares en 2034.

Además, datos del Banco Mundial y la ONU Turismo, indican que el sector genera más de 330 millones de puestos de trabajo en el planeta, lo que equivale a uno de cada 11 empleos a nivel global.

Se trata de una de las industrias con mayor capilaridad: no solo impacta en las grandes ciudades y destinos consolidados, sino también en los rincones más apartados, donde actividades vinculadas al turismo permiten sostener economías familiares y comunitarias.

En Argentina, esa lógica se multiplica por la extensión del territorio y la diversidad cultural y natural. Desde un guía en la Puna que organiza excursiones con llamas hasta un baqueano correntino que navega por los Esteros del Iberá, cada experiencia local se integra a una red global que explica por qué el turismo es un engranaje vital para las economías regionales.

"Entonces, el agua se acarreaba en baldes desde un arroyo y la calefacción era únicamente a leña".

Los Cassoli tienen mucho que ver con eso. Además de administrar una hostería, impulsaron Jardín en la Patagonia, un vivero de especies nativas, y Eco Villas Patagonia, un proyecto de construcción sustentable que combina turismo con conciencia ambiental. Como explica Franco Cassoli: “Hoy nuestra pyme sostiene a varias familias de la villa. Generamos empleo directo e indirecto, a veces estacional, pero siempre vital”.

El testimonio resume en primera persona lo que se observa en los gráficos globales: la capacidad del turismo para generar oportunidades más allá de los centros urbanos y de las temporadas altas. Así vemos como el turismo emplea en China a más de 23 millones de personas, en India casi 17 millones, en Estados Unidos, más de 5 millones, datos que a priori resultan exorbitantes pero van en línea con la población mundial.

Entonces se hace más evidente que lo que ocurre en esa pequeña comunidad Patagónica es un reflejo de un fenómeno de escala mundial: millones de emprendimientos familiares que, sumados, sostienen el 10% del empleo global.

¿Cuál fue el motor que los impulsó a generar todo eso?

- Hubo muchísimos proyectos y emprendimientos, Ya te digo, como mis padres eran pioneros y Meliquina era muy chico. Había que rebuscársela. Entonces, a la par de que vendían pan, empezaron con una empresa de servicios. En esos años apenas llegaron haciendo todo tipo de trabajos. Plantaron pino para la estancia y hacían alambrados, hacían zanjas, limpiaban obras. En eso nace Jardín en la Patagonia, como una prestadora de servicio. Es nuestra empresita madre y también como vivero nativo de la zona. Y forestando diferentes puntos del país. Con eso crecimos. Después vino la hostería y por último, la fábrica de los productos que hoy estamos intentando habilitar. Son productos regionales, chocolates, licores y ahumados, pero cuando yo era chico no había turismo.

Emprender, el inicio de esta historia en base al desarrollo que genera el turismo


¿Qué podés recordar de aquellos años? ¿Por qué crees que hoy vienen los turistas?

- Que no se podía vivir en Meliquina. La gente de San Martín de los Andes le decía a mi viejo: ¡Ustedes están locos, se van a morir! No hay nada para vivir ahí. Y bueno. Y de a poquito el turismo fue creciendo, mis viejos apostaron por la hostería. Ofrecían una experiencia de turismo completa, que es lo que ofrecemos hoy.

La gente viene a la hostería, pero también se encuentra con los productos. Creo que vienen por la historia de mi familia con los productos regionales que elaboramos, vienen a buscar lo regional, lo autóctono, lo elaborado fresco y la calidez que le brindamos.

El licor que nació de una pregunta

El espíritu emprendedor incluso se transmitió a la nueva generación. Una noche, Lorenzo —el hijo menor, de apenas once años— observaba a unos turistas suizos brindar con un digestivo. “¿Por qué no hay un licor que represente la pesca en la Patagonia?”, preguntó.

Esa simple inquietud se transformó en el último emprendimiento, el Fly Fishing Master, un licor elaborado con hierbas cordilleranas que encapsula el espíritu de Meliquina. Tras dos años de pruebas, hoy está en proceso de habilitación para ser exportado.

El pueblo autosustenble hoy es considerado una de las joyas escondidas de la Patagonia.

Villa Meliquina y esta familia emblemática son la prueba viva de que, con visión y trabajo, un pueblo puede construirse y hasta reinventarse. En palabras de Franco: “La gente no viene a comprar una cama, viene a vivir una experiencia. Y eso cambia todo

Lo que los Cassoli lograron no es solo una anécdota inspiradora: es una muestra del valor que tiene el turismo como motor económico y social en las comunidades rurales argentinas. Allí donde otras industrias no llegan, el turismo construye futuro.